Epílogo: No Somos Héroes.
El aire olía distinto. No era frescura ni alivio, era un peso que nadie había puesto, pero que todos sentían.
La ciudad reconstruida a medias, calles limpias, luces funcionando, sistemas estables… y, sin embargo, todo estaba incompleto.
Todo estaba roto por dentro.
Isela caminaba junto a Cayden, no hablaban demasiado.
Cada paso resonaba con un eco que ninguna pared podía absorber.
Damian no estaba, no volvería.
La idea de que él había elegido quedarse, que había muerto sosteniendo un sistema que nadie celebraría, la golpeaba silenciosa, constante, como un latido que no podía apagar.
Recordó su último gesto, su último suspiro, esa claridad fría con la que había aceptado su destino.
Lo sintió en cada fibra del cuerpo, como si la ausencia hubiera dejado un hueco físico en su pecho.
No había palabras que llenaran eso. No había abrazos, ni lágrimas, ni consuelo. Solo la certeza de que había hecho lo que creía correcto, aunque ella no lo entendiera del todo.
—¿Sabes algo? —dijo Isela, apena