Sin Máscaras.
Viktor no apareció como un hombre, apareció como una certeza.
Las pantallas se activaron una tras otra, sin prisa, como si el sistema mismo le cediera el espacio.
La iluminación cambió apenas, lo suficiente para volver el ambiente más frío, más clínico. El punto ciego respondió con una vibración baja, constante, como un animal que reconoce a su dueño.
Isela sintió el impacto antes de escucharlo.
—De verdad creí que durarías más —dijo Viktor, finalmente, su voz modulada con una calma casi amable—. Pero aquí estamos.
No había distorsión, no había máscaras digitales, no había artificio.
Era él, desnudo de estrategias visibles.
—Te escondes detrás de sistemas —respondió Isela—. Eso no es aparecer.
Viktor sonrió, no con los labios, sino con el tono.
—Eso es sobrevivir.
Damian dio un paso adelante antes de que Isela pudiera detenerlo.
—No —dijo—. Eso es controlar.
Viktor giró la atención hacia él con una lentitud deliberada.
—Ah —murmuró—. Tú.
El silencio que siguió no fue incómodo. Fue exp