El Mundo Después.

El sistema se estabilizó sin celebraciones.

No hubo un anuncio solemne, ni una frase definitiva que marcara el final del caos.

La interfaz simplemente dejó de parpadear. Las curvas de expansión se aplanaron, las alarmas, una por una, se apagaron como si nunca hubieran tenido derecho a existir.

El punto ciego seguía ahí, pero ya no temblaba.

—Estado global: estable —dijo la voz automática, neutra, correcta—. Pérdidas registradas.

Isela no reaccionó.

Seguía de pie frente al núcleo, con la sensación de que el aire tenía otra densidad, como si el mundo hubiera decidido continuar sin consultarle, como si todo lo que acababa de pasar hubiera sido solo un ajuste de fondo.

El médico fue quien lo dijo en voz alta, leyendo la pantalla secundaria, con una frialdad que no era crueldad sino cansancio.

—Damian Fontanela —leyó—. Clasificación: pérdida necesaria para estabilización sistémica.

Nada más, ni una nota, ni una excepción, ni una línea que explicara quién había sido antes de convertirse en
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