El Hombre que Sabe Cómo Detenerlos.
Nadie en el Consejo se pone de acuerdo sobre cuándo murió Viktor o si realmente lo hizo.
Esa es la primera anomalía.
En los registros oficiales, la fecha es clara, limpia, cerrada: un día, una hora, una causa.
Palabra breve, conveniente, definitiva. Un hombre brillante, demasiado brillante, que no soportó el peso de sus propios descubrimientos. Fin del informe.
Pero fuera de los archivos sellados, en los pasillos, en los márgenes, en los espacios donde la red del proyecto Alfa nunca terminó de escuchar, la historia se desarma.
Hay técnicos que juran haberlo visto semanas después. Hay guardias que recuerdan haber validado su credencial cuando, según los registros, ya estaba muerto.
Hay una grabación, corta, dañada, imposible de autenticar, donde una voz muy parecida a la suya dice: “No los apaguen. Todavía no.”
El Consejo decidió, hace años, que Viktor era un problema incluso si moría. Desde entonces, su nombre circula como una infección silenciosa.
El primer testimonio no tiene nomb