El archivo no desaparece, eso es lo primero que notan.

No importa cuántas veces reinicien el sistema, cuántos protocolos de limpieza activen, cuántas capas de seguridad desplieguen sobre la red Alfa.

El archivo vuelve, siempre vuelve. Aparece en terminales que no deberían comunicarse entre sí, en pantallas sin conexión activa, incluso en dispositivos analógicos que solo conservan funciones básicas de lectura.

No tiene nombre, no tiene fecha.

Solo una serie de números incompletos, truncados como si alguien hubiese decidido que revelar el punto exacto sería un error o una invitación demasiado directa.

—Esto no es un fallo —dice finalmente uno de los técnicos, con la voz seca—. Es persistencia intencional.

La palabra se queda flotando en la sala.

Persistencia, no error, no accidente, persistencia.

El Consejo escucha en silencio. Algunos miembros se inclinan hacia adelante. Otros evitan mirarse entre sí.

Todos comprenden lo que implica: alguien diseñó esto para sobrevivir a los borrados.