Aprender a Mirar el Caos.
El caos no apareció como una explosión.
Isela había esperado eso, en el fondo: una ruptura visible, algo que justificara el miedo que sentía desde que el sistema había caído, pero el punto ciego no mostró ruinas inmediatas ni incendios perpetuos.
Mostró algo mucho más difícil de soportar: escenas humanas detenidas, suspendidas en una espera que no tenía destinatario.
Las imágenes no llegaban como datos. No había métricas, porcentajes ni curvas explicativas. El punto ciego no traducía: exponía.
Una calle cualquiera, no destacada, no simbólica. Una avenida ancha, limpia, con edificios aún intactos: semáforos apagados, vehículos detenidos en posiciones incómodas, como si alguien hubiera congelado el movimiento a mitad de una respiración.
Personas de pie, esperando.
Isela sintió el impulso inmediato de buscar patrones, de entender qué estaba viendo. Pero no había estructura que ordenar. Solo gente mirando alrededor, buscando en los rostros ajenos una instrucción que ya no existía.
—No est