La noche de la Gala de Empresarios de Los Ángeles había llegado. Era el evento social más importante del año, y todos los ojos estarían puestos en los Arslan. En la mansión de Malibú, Horus y Senay se preparaban para la batalla.
Senay se miró en el espejo. El vestido verde esmeralda que había elegido, sencillo pero elegante, le quedaba perfecto. Hacía juego con los pendientes de diamantes que Horus le había regalado en la boda. Se veía hermosa, como una reina, pero se sentía como una impostora.
Horus entró en la habitación. Vestía un traje negro clásico, tan perfecto que parecía hecho para él. Se veía poderoso y frío, el verdadero Señor de los Negocios. Al ver a Senay, se detuvo.
—Te ves impresionante, Senay —dijo Horus. No era un cumplido coqueto, sino la evaluación de un estratega. La esposa que tenía a su lado era la imagen perfecta de su éxito.
—Gracias —dijo Senay, tomando aire—. Espero que esta ‘actuación’ valga la pena. Estoy muy nerviosa.
—Relájate. Yo manejo la parte difícil