Capítulo XXVII

A la mañana siguiente, Horus y Senay se dirigieron a Beverly Hills. No fueron a un hospital normal, sino a una clínica privada y muy discreta. El médico era un especialista, alguien que no haría preguntas ni hablaría de más.

Senay estaba nerviosa. Quería saber si el veneno que tomó Horus en la boda había afectado a su bebé. Horus, aunque tranquilo por fuera, también sentía la tensión.

El médico, un hombre mayor y amable, revisó a Senay. Le hizo un ultrasonido, un estudio de imagen para ver al bebé.

—Todo está perfecto, Señora Arslan —dijo el médico, sonriendo—. El bebé está creciendo muy bien. No hay rastros de ninguna sustancia dañina. Lo que pasó en la boda no afectó al niño.

Senay sintió un nudo en la garganta que se deshizo en un gran alivio. Era lo que más le importaba.

—¿Y de cuánto tiempo estoy, doctor? —preguntó ella.

El médico miró la pantalla.

—Según el tamaño, tienes exactamente siete semanas de embarazo. Solo debes cuidarte y evitar el estrés, que es el peor enemigo del em
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