El sol de la mañana apenas se cernía sobre Bel-Air cuando Horus se dirigió a la mansión de sus padres. No anunció su llegada. El elemento sorpresa era su mejor arma para desarmar la habitual pose de cálculo de su madre. Entró sin llamar, encontrando a sus padres, Set y Dilara, tomando un desayuno formal en el comedor principal.
Set Arslan, un hombre con la autoridad silenciosa de quien dirige un imperio naviero, levantó la vista de su periódico con una mezcla de sorpresa y reserva. Dilara, impecable en su traje de seda, dejó su taza de café con un delicado clic.
—Horus. Qué... inesperado —comenzó Dilara, su tono frío como el mármol.
Horus tomó asiento sin invitación, su postura relajada desmentía la bomba que estaba a punto de soltar.
—Madre, Padre. He vuelto por algo importante. Algo que concierne al futuro de los Arslan. – Set observó a su hijo.
—Habla, Horus.
—He conocido a una mujer, —anunció Horus, dejando que el silencio llenara la habitación. Mantuvo la narrativa que había acordado con Senay. —La conocí hace un tiempo, en un evento de caridad en Los Ángeles. Se llama Senay Hassan. Ha capturado mi corazón de una manera que ni yo esperaba. Es brillante, de buen linaje, y tiene el coraje que admiro. – Dilara se rió, un sonido seco y escéptico.
—Horus, ¿desde cuándo tú hablas de matrimonio y de ‘coraje’? ¿Y de qué ‘linaje’ hablamos? No es una Demir, te lo aseguro.
—Es una Hassan, Madre, —replicó Horus, enfatizando el apellido con deliberación. Vio el efecto en Set, cuyo rostro mostró una momentánea chispa de reconocimiento.
—Hassan Inc. El sector de la construcción y los holdings de Estambul. Tan tradicional y antiguo como nuestro apellido, pero con una reputación intachable.
Dilara pareció sopesar la información, su expresión cambiando de la burla a la concentración. La posibilidad de un linaje tan fuerte, aunque no el que ella había elegido, era difícil de ignorar.
—La razón de mi visita es esta: no es solo un cortejo. Es serio, y por la premura de nuestras circunstancias, quiero pedir formalmente su mano de inmediato. Senay es una mujer de honor y familia. Para que el compromiso sea legítimo y respetuoso de su tradición, debemos viajar a Estambul y pedir su mano a su padre, Levent Hassan, y su abuelo, Selim.
—¿Premura? —inquirió Set, sus ojos estrechándose. Horus miró fijamente a su padre, asegurándose de que el mensaje de su coartada fuera claro.
—La premura es que estoy profundamente enamorado, Padre. Y no toleraré que nadie cuestione la honorabilidad de mi futura esposa. Por respeto a la tradición de los Hassan y para demostrar la seriedad de nuestro nombre, necesito que la familia Arslan me acompañe por completo. Necesito que la familia se presente unida para honrar la petición.
Dilara Arslan sintió una mezcla de humillación por el desaire a Hadiya Demir, pero una punzada de triunfo por tener a su hijo mayor de regreso en el juego del poder. Ir a Estambul en pleno, significaba montar un espectáculo de poder que superaría cualquier cosa que Ahmed pudiera organizar con los Demir.
—Por supuesto que te acompañaremos, Horus, —dijo Dilara, con una sonrisa forzada. —El nombre Arslan se honrará con toda la pompa que requiere una unión con los Hassan.
En ese momento, Ahmed Arslan entró al comedor, con el rostro pálido y las ojeras evidentes de quien no ha dormido. Se quedó congelado al escuchar la última frase de su madre.
—¿Ir a dónde? ¿Qué unión?
Horus sonrió con suficiencia.
—Voy a pedir la mano de mi prometida en Estambul, Ahmed. Y la familia completa irá.
Ahmed, que estaba absorto en sus propios problemas financieros y en la presión de su madre por Hadiya, vio en este viaje a Estambul una inesperada oportunidad para evadir las responsabilidades en California. Además, si Senay se atrevía a contactarle o aparecer, Estambul sería un lugar propicio para un encuentro discreto, lejos de la vigilancia de Bel-Air.
—Felicidades, hermano. Por supuesto que iré. Un Arslan debe apoyar a otro Arslan. Y, francamente, necesito un cambio de aires, —dijo Ahmed, con un tono que pretendía ser jovial, pero que ocultaba un malestar palpable.
Horus abandonó la casa y envió un mensaje a Senay, que ya estaba en la mansión Hassan.
– La familia entera aceptó la invitación a Estambul. Ahmed ha decidido unirse a la comitiva, pero no sabe quién eres. Está bien. No vaciles en demostrarle el poder de la mujer que desechó. Ahora eres intocable, Hassan.
– está bien, me parece magnífico. – respondió, dejando a Horus muy tranquilo.
Mientras tanto, en la imponente mansión Hassan en Estambul, Senay era recibida con un opulento almuerzo. La mesa era una celebración de sabores turcos, pero la atmósfera no era completamente festiva.
Su madrastra, Yasemin, una mujer hermosa con un rostro que rara vez mostraba calidez, apenas la miró por encima del borde de su vaso de agua. Su hermanastra, Elif, un par de años menor que Senay, se limitó a pinchar la comida en su plato, lanzándole miradas rápidas. Ambas no estaban contentas con la atención que Senay había provocado al regresar.
Después del almuerzo, Selim, el abuelo, llevó a Levent, el padre de Senay, a la terraza, lejos de oídos curiosos.
—Levent, debes saber que Senay no está aquí solo de vacaciones. Hay un motivo importante.
—La veo más animada, Padre. Eso es suficiente para mí.
—Un joven, de buena familia y con un nombre respetable en el sector naviero, está interesado en pedir su mano. Se trata de Horus Arslan, el hijo mayor de Set.
Levent, un hombre de negocios pragmático, consideró la información. El nombre Arslan era sinónimo de poder, aunque con una reputación más escandalosa que los Hassan.
—¿Horus Arslan? El que se fue de la junta directiva de su padre. Un muchacho con ímpetu, pero con menos decoro que su hermano. ¿Por qué la prisa?
—Senay me ha dicho que se han enamorado. Y él está dispuesto a venir a Estambul y seguir el ritual. Está dispuesto a honrar a nuestra familia. —Selim miró a su hijo con gravedad. —Si cumple con la tradición, no podemos negarnos, Levent. Es un matrimonio que consolidaba la posición de los Hassan y nos daría acceso a nuevos mercados.
Levent asintió, su mente ya calculando los beneficios y riesgos.
—Que venga. Si es tan serio como dices, le daremos la bienvenida y veremos si es digno de una Hassan.
Esa noche, Senay recibió a su mejor amiga, Vittoria, que había volado desde Roma. Vittoria era su confidente, una arquitecta tan libre de espíritu como Senay.
Se acostaron en la suite de Senay, con mantas y tazas de té. Senay le contó a su amiga, en voz baja, la totalidad de los acontecimientos, desde la traición de Ahmed, la varita de prueba, el rescate de Horus y el pacto.
Vittoria, que había escuchado en shock, asimiló la información con una seriedad inusual.
—¡Es un pacto de honor y conveniencia! ¡Un contrato de vida! Senay, es una locura, pero es tan tú... Huiste de la muerte y ahora te casas con el diablo para salvar a tu hijo.
—Horus no es el diablo, Vittoria. Es un estratega formidable. Y mañana, él estará aquí. El hombre que me salvó la vida vendrá a pedir mi mano, con su madre, su padre y... Ahmed, —susurró Senay, su corazón latiendo con fuerza.
—¿Y cómo te sientes, mi valiente amiga? —preguntó Vittoria, tomando su mano. Senay miró al techo de su habitación.
—Tengo nervios. Terror de lo que Dilara Arslan hará para destruirme. Pero, por primera vez desde que perdí a mi madre, siento que tengo una armadura. Una armadura de linaje y de estrategia. Y siento... una extraña emoción. Mañana es el día en que todo comienza de verdad. Los Arslan vienen a pedir mi mano, y yo debo ser la esposa perfecta para ganar esta guerra.