– Bien. Lo haremos a la antigua, – accedió Horus. – Dame la información de tu padre. Mañana organizaré el viaje. Iremos a Estambul y montaremos el show. ¿Cómo se llama tu familia?
Senay dudó por un instante, su rostro se tiñó de una vergüenza mezclada con orgullo.
– Mi nombre completo es Senay Hassan. Mi padre es Levent Hassan y mi abuelo es Selim Hassan. – El apellido Hassan resonó en la mente de Horus.
Aunque no se dedicaban al sector naviero, el nombre era sinónimo de éxito en el sector de la construcción y los holdings industriales en Turquía. Hassan Inc., supo al instante. Eran conocidos por su implacable tradicionalismo y su inmensa riqueza, construida ladrillo a ladrillo, tan sólida como sus rascacielos. Habían evitado estratégicamente la política de Estambul, manteniéndose como un poder en la sombra.
Horus se incorporó.
– Levent Hassan. Tu abuelo, Selim. Lo reconozco. Son pilares, Senay. Hombres de la tradición, pero con la mente de tiburones. Hombres que no toleran la deshonra. – El giro de los acontecimientos fue asombroso.
Senay no era una artista pobre que Ahmed había desechado. Era la heredera de un imperio silencioso que Dilara Arslan habría intentado conseguir si no hubiera estado tan obsesionada con los Demir. Esto no hacía el plan más fácil, sino infinitamente más peligroso y valioso. Si Horus conseguía la mano de Senay, no solo ganaría un escudo contra su madre, sino que obtendría acceso indirecto a una red de negocios tan antigua y rica como la suya propia, pero con menos escándalos.
– Esto lo complica todo, – dijo Horus, sin un rastro de molestia, solo pura concentración. –Si tu familia es tan tradicional como sé que es, la mentira del ‘bebé Arslan’ tiene que ser perfecta. No puedo simplemente aparecer. Necesito un motivo de urgencia, pero respetuoso. ¿Cómo justificar ante tu padre la prisa de casarme contigo, una mujer de negocios respetable?
Senay entendió. Su reputación familiar era su último baluarte.
– Le dirás que nos conocimos en un evento de caridad, que nuestra atracción fue instantánea, a mis padres no les reconocerás que existe un bebe, después de la boda se los contaremos, – sugirió Senay. – Tendrás que halagar su posición. Reconoce a mi abuelo como un visionario. Asegurarles que el matrimonio Hassan-Arslan consolida la presencia de ambas familias en el panorama internacional, pero que la verdadera razón es el amor y el honor. Tendrás que ser el Arslan perfecto, Horus: respetuoso, adinerado, y desesperado por la bendición familiar.
Horus se rió, un sonido seco y breve que no llegó a ser una carcajada.
– Un papel que me aburre, pero que sé interpretar mejor que nadie. El respetuoso y enamorado Arslan. Me gusta el desafío, Senay. Mañana, antes del amanecer, viajaré a Estambul. Haré que te traigan ropa, documentos falsos y un anillo que haga palidecer a los Demir. Mientras tú te instalas aquí, yo pondré la mesa para la guerra.
Horus se puso de pie, terminando la reunión.
– Dormirás en la suite principal. Necesitas descansar y alimentarte por el bien del bebé. Mi asistente, Ceylin, vendrá por la mañana. Ella te cuidará, pero ella también es parte del pacto; no le reveles nada. Bienvenida al infierno, Senay.
– no, no puedo quedarme – Senay se puso de pie, – de hecho debes llevarme de vuelta al campus, tengo clases mañana y yo debo viajar a casa, mi abuelo estara esperandome en el aeropuerto mañana por la tarde – Horus la siguió y ambos emprendieron viaje hasta su dormitorio.
– ¿En qué piensas? – pregunto horus.
– estamos llegando al punto de no retorno, si nuestras familias se conocen, ya no hay vuelta atrás – se veían las dudas en ella, pero el pequeño anhelo en su mirada, convivencia a cualquiera.
– no te preocupes, – le respondió Horus enseguida – todo pasará, todo será para mejor, yo te lo prometo, durante nuestro acuerdo, tú serás la reina de mi vida y estaré a tu lado cual caballero de armadura – ambos se carcajean.
Horus detuvo el auto frente a la entrada de la residencia estudiantil. Apagó el motor, y la suave iluminación interior proyectó sombras en sus rostros.
– Escucha, Senay. El viaje a Estambul requiere preparación. Mañana, a primera hora, hablaré con mi padre. Le informaré sobre ‘la mujer que ha capturado mi corazón’ y le anunciaré mi intención de pedir tu mano formalmente. Por tradición, debo pedir que uno de mis padres me acompañe en la visita.
Senay asintió, su corazón latiendo con expectación nerviosa.
– Es lo correcto. Si no vienes con alguien que te legitime, mi padre dudará de tu seriedad. Mi abuelo no lo permitiría.
– Exacto, – confirmó Horus, con una astucia visible en sus ojos. – Y si bien mi padre sería el acompañante apropiado, sé que mi madre no querrá perderse el espectáculo. Estoy seguro de que la familia Arslan, al completo, acabará viniendo. Más por la duda de quién es la chica que ha conseguido que el indomable Horus se case, que por respeto a la tradición. Será el escenario perfecto para nuestra obra.
– Entonces, mañana por la tarde me encontraré con mi abuelo, – dijo Senay, abriendo la puerta. – Y tú harás el anuncio a los tuyos. Que así sea.
– Que así sea, prometida mía, – respondió Horus, con un tono que mezclaba sarcasmo y una formalidad escalofriante.
Senay se despidió con un rápido asentimiento y se dirigió a su habitación. A la mañana siguiente, Senay ya estaba en el avión que la llevaría de vuelta a Estambul. Su abuelo, Selim, la esperaba en el aeropuerto para llevarla a la mansión familiar. En el auto, mientras recorrían las calles hacia la costa, su abuelo tomó su mano con la calidez y la gravedad que la caracterizaban.
– Me alegra que estés en casa, cihanım (mi vida). ¿Cómo estuvo California?
Senay tragó saliva, mirando el Bósforo que brillaba a la luz de la tarde. Este era el momento.
– Abuelo, debo contarte algo. Conocí a un chico en una exposición de arte. Un chico que me ha hecho sentir cosas que no esperaba. Se llama Horus Arslan.
Selim, siempre inmutable, sólo levantó una ceja.
– ¿Un Arslan? ¿El hijo del naviero? Vaya.
– Él me quiere cortejar, Abuelo. Con seriedad, con intenciones de matrimonio. – Senay se inclinó hacia él. – Pero yo le he explicado nuestras tradiciones, que debe hablar con mi padre, que no hay atajos. Él… él ha aceptado. Vendrá a pedir mi mano.
El auto se detuvo en un semáforo. Selim giró para mirar a su nieta, sus ojos viejos, pero increíblemente perspicaces, escrutándola. No había juicio, sólo una profunda sabiduría.
– Senay, mi gülüm (mi rosa), la vida que elijas debe ser tuya. La tradición nos da raíces, pero no debe ser una jaula. El joven Arslan puede ser de un nombre poderoso, pero tú eres una Hassan. Tu valor está en ti misma. Si has elegido a este hombre, por las razones que sean, y si él se atreve a seguir nuestras costumbres, te aseguro que tu padre y yo te apoyaremos en cualquier decisión que tomes. Solo dime la verdad cuando sea necesario. ¿Estás feliz?
Senay sonrió, una sonrisa sincera que llegaba a sus ojos por primera vez en días.
– Estoy... en paz, Abuelo.
– Eso es suficiente para mí.
El coche continuó el viaje, y pronto llegaron a las majestuosas puertas de hierro forjado de la mansión Hassan, con vistas al Bósforo. En la entrada, esperaban las figuras familiares: su padre, Levent, con la expresión severa de siempre; su madrastra, Yasemin, elegante y tensa; y su hermanastra, Elif, con una curiosidad apenas disimulada.