A Horus le tomó una semana entera descifrar dónde llevar a Senay.
No era fácil encontrar un lugar que estuviera a la altura de lo que Nicolai había llamado una "luna de miel real". Él, el hombre de los negocios globales, estaba acostumbrado a viajar, pero todos sus destinos eran reuniones de directorio, cumbres en Ginebra o lanzamientos en Tokio. Lujo, sí, pero nunca romance. El problema no era el dinero, sino la intención. Tenía que ser un lugar que marcara un comienzo, un lugar que ella no esperara.
Una tarde, mientras revisaba imágenes satelitales en su enorme pantalla de ordenador, se dio cuenta. A pesar de los muchos viajes de Senay a Europa y a costas soleadas con su padre, ella no conocía la nieve. No la nieve suave de las postales, sino la nieve real, la que cubre las ciudades en invierno.
Y el momento era perfecto. Se acercaba la Navidad y el Año Nuevo.
Consultó con Nicolai las condiciones climáticas. Nueva York. . La ciudad estaba nevando, y el ambiente festivo crearía la di