El impacto del anillo de los Arslan no tardó en extenderse. Minutos después de la partida de Horus, Yasemin, la madrastra, y Elif, la hermanastra, entraron en la suite de Senay, con la intención de "ayudar" con los últimos detalles. En realidad, solo querían ver el atuendo de la novia.
Al ver el diamante talla esmeralda que ardía en la mano de Senay, ambas se quedaron petrificadas. La joya era demasiado antigua, demasiado ostentosa y, crucialmente, demasiado significativa para ser solo un regalo de un prometido. Sabían que era el anillo de la matriarca Arslan, el que Dilara nunca había permitido usar a otra mujer.
La envidia y la rabia hirvieron en ambas mujeres.
—¿De dónde sacaste eso, Senay? —exigió Elif, con la voz ahogada. —Esa no es una joya nueva.
—Es el anillo que Horus me ha dado, —respondió Senay con simpleza, sin dar más explicaciones.
Yasemin, con el rostro endurecido, sintió que toda su posición en la casa se desmoronaba. Si Senay era digna de esa joya, su propia hija, Eli