Capítulo 49

Al llegar, Ian no esperaba mucho para llevarla a la habitación de las fantasías y Sofi amplió su sonrisa al entrar a su pedacito de cielo. La toma de la mano y la dirige hacia la cruz de San Andrés que estaba incrustada en la pared al fondo de la habitación. La deja parada ahí, se dirige a la cajonera y toma el control de mando. La música de D'Angelo con su sensual canción Untitled (How Does it Feel) comienza a sonar en los parlantes, provocando que la piel de Sofi se erice al escucharla y al ver a Ian acercarse a ella con pasos lentos, pero seguros y con esa sonrisa de costado que lo regresó un poco malicioso y seductor a la vez. Su cuerpo tiembla y jadea sin darse cuenta cuando el dedo índice del rubio empieza a rozar su piel, desde su mejilla hasta llegar a la clavícula. Sin quitarle la mirada de los ojos y sin decir una sola palabra, él empieza a desvestirla con delicadeza.

La respiración de Sofi se vuelve forzosa y su cuerpo se estremece cada vez que los dedos de él rozan su piel. Ian le quita la camiseta por encima de la cabeza y vuelve a bajar su mano sin separarse del cuerpo femenino. Llega a su vientre y rodea la cintura del pantalón, con esto haciendo que Sofi jadee y cerrando los ojos, sonríe satisfecho, y con suavidad y extrema lentitud comienza a desabotonarle el pantalón, lo baja muy despacio tocando sus muslos y sintiendo como la piel se le eriza bajo su toque. Le saca los zapatos ayudándola a levantar los pies y luego le quita el pantalón, dejándola solo en ropa interior.

Se levanta, se aleja unos centímetros y ladea la cabeza para observarla con atención.

—No hagas eso —murmura Sofi.

— No debes tener vergüenza, solo miraba tu ropa interior —Se acerca a ella, a su oído—. Y esta vez no pienso cambiarla —dice al ver el encaje color uva que hace resaltar la piel blanca y delicada de la joven.

Sofi cierra los ojos y respira profundo, Ian aprovecha eso y le toma de las manos para alzarlas y esposarlas en la cruz. La chica quiere quejarse, pero no tiene el valor ni la fuerza para hacerlo y menos cuando él aprovecha cada movimiento para acariciarla con suavidad. Las esposas con terciopelo no la lastiman, no era necesario que se quejara, pero de igual manera quiere hacerlo, su temor es lo que ese joven pudiera llegar a hacerle, era consciente de lo que sucedía cuando alguien era atado en esa cruz, había leído muchos libros como para tener una idea y no está segura de poder soportar el dolor que puede llegar a infringirle.

«Debes estar tranquilo. Debes estar tranquila» se repite para sí misma.

—Tranquila, no voy a hacerte daño —murmura Ian cerca de su oído como si hubiera leído sus pensamientos. Con cuidado le toma de los tobillos y las esposas también, dejándola por completo expuesta. Abierta al extremo para él—. ¿Confías en mí? —pregunta acariciando su mejilla. Ella asiente con la cabeza—. Necesito que me lo digas, Sofi.

—Sí —balbucea.

Vuelve a besarla y mientras lo hace, venda sus ojos con un pañuelo de seda. Se dirige hacia uno de los cajones de la cómoda y saca una pluma de ganso para después volver con su chica y se da cuenta que no está relajada por completa, así que la besa con suavidad.

— ¿No deberíamos tener una palabra de seguridad? —indaga Sofi con inseguridad e Ian ríe ante esa pregunta.

—No pienso hacerte daño; lo que te haré, lo disfrutarás. No necesitas una palabra de seguridad —Se detiene a observarla—. Pero si para ti es importante, podemos tener una.

—¿Qué te parece hinojo?

— ¿Qué carajo es eso? —pregunta riendo.

—Una fruta.

—La palabra de seguridad no debe tener como vocal una “yo”.

—¿Por qué no?

—Eres tú la que lees sobre esas cosas —se burla—. Porque la “yo” sería difícil de pronunciar al tener la voz ahogada.

—¿Y por qué tendría la voz ahogada? —pregunta con temor.

—Por la excitación —le indica—. ¿Qué te parce “Enséñame”? ¿Crees que puedas decirla?

—Sí, esa palabra me gusta más.

Él vuelve a besarla tratando de asustarla y posa la pluma sobre el ombligo de ella provocando que se estremezca. Con lentitud mueve la pluma hacia los pechos, primero pasando entre ellos y luego rodeando cada uno para después rozar sus pezones. Hace su camino hacia abajo del cuerpo hasta llegar al vientre y bordea la tanga. Ella le regala un jadeo y él sonríe al verla tan receptiva y sonrojada, sabe bien que ya está húmeda con solo sus roces.

Sofi arquea la columna cuando la pluma llega a su sexo, luego su respiración se vuelve errática cuando comienza a subir de nuevo hasta sus senos. Juega con ellos y con sus pezones, observa cómo se vuelven más duros y oscuros provocando que se excita en demasía al ver como el cuerpo femenino reacciona ante sus caricias, no obstante, es consciente que debe esperar para saciar sus ganas. Mientras la pluma juega con aquel pezón sonrosado, baja una mano hacia el centro de la joven en donde siente lo mojada que se encuentra, lo que lo hace respirar profundo.

«Fue una mala idea bajar para ver cómo estaba» se recrimina por dentro sin detener sus movimientos.

Toma todo de sí y con un movimiento rápido y certero, arranca la tanga de la chica para después mover la pluma hacia allí robando gemidos y jadeos de Sofi. Mueve la pluma por la hendidura enloqueciéndola, empapándola, sin embargo, él no ha terminado con ella.

Poco después deja la pluma a un lado para recorrer el cuerpo femenino con sus labios, degusta de ella a su antojo, recorriendo cada centímetro y terminando en el calor de Sofi.

—Ian, ya no aguanto.

—No me pides permiso, solo hazlo.

Sofi se deja ir. Su cuerpo tiembla, ahoga un grito mordiéndose el labio hasta casi lastimárselo, toma con fuerzas las esposas que la tienen apresada contra esa cruz, de tal forma que sus nudillos se vuelven blancos. Jamás en su vida tuvo un orgasmo tan fuerte, jamás lo sintió con tanta intensidad, jamás pensó que podría ocurrirle algo así a ella. Automáticamente sus párpados comenzaron a pesarles, pero todavía le quedaban fuerzas para darle a Ian lo que sabía le necesitaba. Él se levanta frente a ella y le quita la venda, la observa sonriendo y con las pupilas tan dilatadas que sus ojos azules eran oscuros como la profundidad de un océano; ella traga en seco al verlo, no se había dado cuenta en qué momento se desnudó quedando solo con sus pantalones viéndose sexi y peligroso, pero a la vez tan dulce que la hacía desear más.

—¿Estás bien? —le pregunta él.

—Sí —le responde soltando un suspiro.

—Me alegre —El joven le roba un beso y ambos se entregan a esa pasión entre jadeos y gemidos. Se separa dejando un efímero espacio entre sus labios y le susurra—: Ahora me toca a mí.

En un movimiento ágil se quita los pantalones conforme la besa y deja libre su erección. Juega un poco en la entrada, antes de adentrarse en ella de una sola estocada. Ya no podía aguantar más, necesitaba estar dentro de Sofi o iba a reventar. Ambos comenzaron a gemir sus nombres, ambos estaban necesitados del otro.

Minutos más tardes, se dejaron llevar, sin avisar, sin hablar y sin pedirse permisos.

 

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App
Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App