Capítulo 50

Un nuevo día se presenta en la habitación de Lina y Alex, colando sus rayos de sol por la ventana. Él despierta con lentitud y lo primero que hace es observar a Lina quien duerme desnuda sobre su pecho, dejando que los rayos de sol acaricien su piel. Sonríe al verla tan tranquila, tan plácidamente dormida sobre él. Le acaricia los cabellos y con suavidad la acomoda en la almohada para comenzar a besarla, dejando dulces besos castos sobre los labios. Ella al sentirlo empieza a despertar ronroneando y él sonríe al verla estirarse.

—No me mal acostumbres —le susurra.

—¿Por qué no? —murmura Alex robando besos entre cada palabra.

—Porque después querré que me despiertes así cada mañana.

—Con gusto lo haría —afirma en su oído provocando un cosquilleo en ella—. ¿Vas a darme mi mañanero?

—Solo si sigues besándome de esa manera.

Alex no deja de besarla como a ella le gusta y la aprisiona contra el colchón para obtener su mañanero.

Luego de la ducha y de desayunar, se ponen de acuerdo en que ninguno de los dos iría a trabajar ese día y que la niña no iría a la escuela. Por lo que deciden pasear por la ciudad de La Boca y por “Caminito”.

Una vez allí, Alex observa curioso, su atención se encuentra puesta en las casas hechas de chapa multicolor, aunque predominan más los colores azul y amarillo «los colores del equipo de fútbol “Boca Jr.”, ya que el estadio se encuentra a poca de distancia».

—Estas casas dieron cobijo a inmigrantes españoles e italianos en el siglo XIX —irrumpe Lina con el escrutinio de su hombre—. También, aquí nació el “Tango”, Gabino Coria Peñaloza escribió Caminito , canción que fue interpretada por el famoso Carlos Gardel al igual que por Juan de Dios Filiberto, entre otros…

—¿Ese es Diego Maradona? —le interrumpe al ver unas personas hechas de cera que saludaban desde un balcón.

—Sí —Ella sonríe—. Ese es Maradona, la mujer —Señala al siguiente personaje, en este caso femenino—, es Eva Duarte de Perón y el otro hombre —Apunta al siguiente personaje vestido de traje negro—, es Carlos Gardel.

Siguieron su camino, por el histórico y antiguo barrio portuario en donde nació el Tango, pero al mismo tiempo un barrio pobre. Observaban a los bandoneonistas tocando fuera de los restaurantes, los artistas pintando secuencias, edificios y lugares históricos de la Argentina, y lo que nunca puede faltar en un barrio porteño, las parejas que bailan Tango.

Se quedaron alrededor de una pareja joven que bailaba “La última curda” de Roberto Goyeneche y Astor Piazzolla.

El joven vestido con un traje negro, camisa blanca, moño y un sombrero de ala ancha. La mujer vestida con una camisa negra, minifalda con un tajo en una pierna, para permitirle movilidad, también negra, un pañuelo rojo y un portaligas en la pierna que se deja al descubierto por el tajo de la falda, era lo que Alex se encontró admirando. Observa como los movimientos del hombre se marcaban tan varoniles y los de la mujer tan sensuales, él no podía quitar la vista de ellos, perdido entre el baile que ellos le brindaban y la letra del tango tan significativo.

 —Mami, bailan como tú y el abuelo —comenta Aye observando a la pareja.

—¿Tú bailas así? —pregunta Alex sorprendido.

—Mi papá es un gran bailarín y cantante de tango, así la conquistó a mi mamá —expresa elevando sus hombros.

—Vaya, tu padre sí sabe cómo hacer para que una mujer se fije en él.

Ella le sonríe y gira su mirada hacia la pareja que ya había terminado la canción.

—¿Puedo? —le gesticula al joven tanguero.

Él y la joven les sonríen y se acerca a ella tendiéndole una mano.

—Me permite “pebeta” —la invita el muchacho con el lunfardo tanguero.

Ella le sonríe y gira hacia Alex que la miraba anonadado.

—No me pierda de vista —le murmura antes de guiñarle un ojo.

¿Alguna canción en especial? —pregunta el joven una vez que se centraron en el medio.

—Sí… ¿Puede ser “Yo no sé qué han hecho tus ojos” de Carlos Gardel?

—Buena elección… Pero hay un problema.

—¿Cuál?

—No lo tengo en el repertorio, lo siento —Se disculpa—. Hay otro que… —No pudo terminar su idea, ya que es interrumpido por un hombre mayor que lleva consigo un bandoneón.

—Yo la puedo tocar si usted quiere, señorita —Se ofrece—. Es unas de mis canciones favoritas, siempre se la cantaba a mi difunta esposa.

—Me encantaría —entona ella mostrando su felicidad—. Mi padre también se la canta a mi madre.

Alex tomó de la mano de Aye, observaba la escena y escuchaba atentamente la situación, todavía sin creer que su loco ángel iba a bailar en la calle y delante de varias personas desconocidas.

Lina le pide prestado los zapatos a la pareja del chico, ella estaba con botas y no podía bailar de esa manera, no era correcto. Luego de cambiarse el calzado, se posiciona para bailar y Alex puede visualizar como ella cambia de manera instantánea la acción de su rostro y su puerta; su espalda erguida y la barbilla en alto. El joven tenía su mano izquierda en la parte alta de la espalda de ella, abarcándola casi por completo y su otra mano sosteniendo la de ella a la altura de sus hombros. Lentamente el bandoneón se deja escuchar entonando los primeros acordes. Lina y el joven comienzan su baile y luego, junto a ellos se reúne la voz del cantante.

Yo no sé si es cariño el que siento,

yo no sé si será una pasión,

solo sé que al no verte una pena

va rondando por mi corazón...

Yo no sé qué me han hecho tus ojos

que al mirarme me matan de amor,

yo no sé qué me han hecho tus labios

Que, al besar mis labios, se olvida el dolor.

Tus ojos para mí

son luces de ilusión,

que alumbra la pasión

que hotel para ti.

Tus ojos son destellos

que van reflejando

ternura y amor.

Alex observa embelesado la sensualidad que destilan ambos al bailar, Lina se acopla con facilidad al camino que le marcaba el joven. En un momento ella queda con una pierna extendida hacia un costado, junto con la del joven y la otra pierna la cruza por encima de la rodilla del chico, él la tenía agarrada de la cintura con una mano tirándola ligeramente hacia atrás y con la otra le sostenía la suya en alto. Lina en esa posición mira a Alex y su mirada fue tan provocadora y sensual que lo obligó a tragar saliva varias veces.

Tus ojos son divinos

y me tienen preso

en su alrededor.

Tus ojos para mí

son el reflejo fiel

de un alma que al querer

querrá con frenesí,

que con fe me guiaran

por un sendero

de esperanzas y esplendor

porque sus ojos son, mi amor!

Se encontró identificándose con la canción, esa letra no podía decir de mejor manera como se sentía cuando la miraba, lo que ella le hacía sentir. Estaba totalmente de acuerdo con el padre de Lina, esa canción era para dedicarla.

Lina dibujó un círculo con su pie derecho en el suelo, luego dándole la espalda al joven mete su pierna entre las piernas de él levantando el pie en un movimiento rápido, para luego separarse unos centímetros dando unos pocos pasos hacia atrás.

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