Capítulo 48

Una enorme sonrisa se planta en el rostro de Alex al ver que sus chicas lo esperaban en el aeropuerto.

— ¿Cómo se portó mi princesita? —quiere saber en cuanto tomó a Aye en sus brazos.

—Muy bien, como siempre —contesta la niña con supremacía.

— ¿Cómo estás? —se interesa Lina conforme le deposita un casto beso en los labios.

—Ahora mejor —dice devolviéndole el beso provocando que la niña se inquiete.

—¿Vamos?

—¿Estás cansado? —Indaga Lina.

—La verdad es que no. ¿Qué tienes en mente?

—Iremos al río —suelta Aye.

—Buchona —acusa la madre y la niña se baja de los brazos de Alex—. Vamos a ir al río —Envuelve el brazo de su hombre y lo i***a a caminar—. Me habías pedido que te mostrara Buenos Aires cuando regresaras, no podemos hacerlo ahora, así que, pensé que podíamos comenzar por una de nuestras costumbres argentinas.

A los pocos minutos se encontraron sobre una manta en la orilla del río. Lina saca un enorme estuche o cartera de cuero «Alex no sabría cómo llamarlo», pero se da cuenta que lo que había adentro se trataba del “mate” y lo dice en voz alta.

-¿Compañero? —pregunta y Lina asiente con la cabeza—. Mi madre tiene una colección de “mates”, pero nunca lo probé.

—Mejor, ya que hoy lo probarás.

—Desde que estamos juntos, ya hace un poco más de un año, nunca te vi tomar mate.

—Porque el compañero es para compartir, ese es el simbolismo, “el compartir”. Y casi siempre estoy sola en la oficina, antes tomaba mucho con Lucas, pero bueno… ya no lo hago tanto —le sonríe con melancolía.

—Lo echas de menos, ¿verdad?

—Sí —asiente y luego sacude su cabeza—. Pero hoy no vamos a hablar de él. Hoy vas a probar una de nuestras costumbres argentinas —esboza tendiéndole el mate.

Alex lo toma y sorbe el líquido por la bombilla. Al probarlo pone cara de asco.

—Iugh, es amargo —enuncia arrugando la cara y Lina se carcajea.

—No tiene azúcar, el verdadero mate se toma sin azúcar. Pero ahora lo vas a probar con azúcar —se lo quita y le coloca azúcar para luego tenderselo otra vez.

Alex repite la acción, pero esta vez no pone cara de asco.

—Así me gusta más.

—Sabía que te iba a gustar con azúcar.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Bueno, es que originalmente se toma sin azúcar, pero los de la “alta sociedad” —dice entre comillas—, los preferidos, comenzaron a ponerle azúcar.

—No me gusta ese tono, señorita —bromea—. ¿A quién se le ocurrió? —pregunta para luego llevarse la bombilla a la boca.

—A los guaraníes —le hace saber—. Empezó como leyenda y costumbre de los guaraníes, un grupo indígena que ocupaba mucho del territorio de la Argentina actual antes de la conquista española. Durante la conquista, los españoles “descubrieron” el mate y lo adoptaron. Los jesuitas en sus misiones en el noreste del país empezaron el cultivo organizado de la planta (la yerba) y así comenzó la rápida difusión del mate. Después de la independencia, el mate se convirtió en símbolo de los gauchos, los “cowboys” argentinos que vivían en las pampas grandes. Como los gauchos se convirtieron en símbolo del orgullo nacional o símbolo de la argentinidad, el mate también llegó a ser una costumbre cultural y nacional. El mate es sin duda uno de los aspectos más importantes de la cultura argentina. Es una tradición muy significativa para todos nosotros, en cuanto a la vida social, además de la concepción de su nacionalidad. Abarca la tradición y el folclore de los gauchos, un reconocimiento de la originalidad de la cultura argentina, y un muy fuerte sentido de solidaridad entre todos los argentinos cuando comparten un mate.

—Nunca pensé que una bebida tuviera tanta historia.

—Hay muchas cosas que rara vez tomamos en cuenta.

Alex se acerca a ella, no sin antes echarle una mirada a Aye que jugaba en un tobogán, la toma de la nuca y atraca su boca con ferocidad, tal cual quería hacer desde que la había visto en el aeropuerto, y recorrió con su lengua cada recoveco de la boca femenina.

—¡Que asco! —grita Aye provocando que ambos salten en el lugar y se separen con brusquedad.

La miran y la niña arrugaba la nariz y toda su carita, sin poder evitarlo se rieron de eso y tuvieron que dejar los besos para más tarde, para cuando estuviesen solos y en la intimidad de su habitación.

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Ian se apresura a salir de la estación de policía para ir a buscar a Sofi al descanso, muere de ganas por volver a llevarla a su habitación de fantasías. Siente la necesidad de tenerla solo para él y se reprocha cuando esos sentimientos lo invaden, ya que no quiere depender de alguien, es consciente de que eso no es bueno, sin embargo, no puede evitarlo.

—Señoritas —saluda a Sole y Sofi en cuanto entra al resto.

— ¿Cómo estás, Ian? —saluda la pelirroja, mientras Sofi emite un débil “hola”.

—Veo que mejor que tu —esboza al verla meterse un buen bocado de limón-pie en la boca.

—Como por dos.

—Por tres diría yo.

—Que la boca se te haga a un lado y te muerdas la lengua —suelta la pelirroja—. De verdad, Ian, por tu bien que solo sea un troll y no dos o te ahorco con el cordón umbilical.

— ¿Nos vamos? —le pregunta a Sofi.

-Si. Dame un minuto —pide antes de ir a cambiarse.

—Con que ustedes dos andan chapando, eh —se burla Sole.

—Hacemos más que eso, roja —exclama moviendo las cejas.

—Ay, por Dios, no quiero saber más.

—Como si te hubieras quedado embarazada porque Erik te sopló la oreja y presto, te creció la barriga.

—Solo no me cuentes lo que hacen, no me interesa. Además, no eres Erik… Iguh —suelta estremeciéndose y arrugando la nariz con asco.

—¿Qué le hiciste? —curiosa Sofi al llegar y ver a Sole estremeciéndose.

—Nada en absoluto —responde poniendo carita de ángel.

El viaje hasta la casa de Ian fue agradable, hablando de cosas amenas, situaciones que vivían cada uno en sus respectivos trabajos, como si fuera una pareja de verdad. Quizás sí lo eran.

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