Capítulo 163

El morocho entra en el cubículo, con una silla de ruedas, donde estaba el hombre todavía esposado en la camilla y lo observa con una mezcla de rabia y venganza.

—Quítenle las esposas, por favor —ordena a uno de los guardas.

—Señor, no tenemos…

—Ahora —exige sin dejar que el guarda suelte su negativa.

—A ¿dónde me llevas? —pregunta el tipo sin ocultar su miedo.

Gaby lo pasa a la silla de una manera extremadamente brusca.

—Tienes visitas.

—No es verdad, nadie me vendría a ver —mira hacia arriba para buscar algo de verdad en los ojos del morocho—. ¿Dónde me llevarás? Sabes que puedes ir a prisión y si atentas contra mí, ¿verdad?

El morocho se carcajea al darse cuenta de lo asustado que estaba el maldito.

—No te preocupes que hasta el momento no te haré nada —En cuanto llegaron a la sala de visitas, ve que Mateo estaba de los nervios, yendo de un lado a otro, por lo que detiene sus pasos, gira la silla, se agacha unos centímetros dejando sus ojos negros a la par de los ojos del tipo—. Mas vale que te comportas o dejaras hoy mismo la camilla para ir a una celda.

—¿De qué estás hablando?

El morocho no responde a eso, solo lo gira dejando que vea por sí mismo de lo que hablaba.

Al llegar a la sala, Gaby lo deja frente a un Mateo muriendo de nervios, pero con seguridad.

—Es todo tuyo, niño —le dice el morocho a Mateo.

—Hola —murmuró Mateo.

—Mira, niño, si viniste por lo que le hice a tu madre, ya estoy pagando por eso… tienes que entender, hay cosas que no puedo controlar, yo soy así y necesitaba pasta, ella la tenía y es lo que hice —habla sin siquiera mostrar remordimiento.

—No, no, no, por eso.

—Ah, ¿ya qué viniste? Ya te dije que no tengo pasta.

—Es una escoria —masculla Gaby para que solo lo escuche Ian.

—No debiste meterte con mi madre, ahora mi padre y mi tío te harán pasar un infierno en esta cárcel, por ese motivo no vine por eso, no necesito decir nada.

—¿Entonces?

—Quiero saber por qué me abandonaste.

—Simplemente porque no podía cuidar de ti, no podía en ese momento y bien puedes ver que tampoco en este momento. Mira, yo nunca quise un niño, tu madre… bueno, la biológica no se cuidó y… nada, fue una torpeza. Luego la muy maldita muere de sobredosis y me deja solo con un niño que no quería y que no podía cuidar. ¿Qué querías que hiciera?

—Al menos alimentarme y no tenerme dentro de un baño —reprocha el niño.

—Supongo que era una opción, en ese momento no estaba en condiciones de pensar mucho. Ya lo sabes.

El rubio y el morocho estaban haciendo fuerza extrema para no abalanzarse sobre el tipo y terminar con su patética vida, era un maldito hijo de puta y no le importaba serlo. No podía creer lo que escuchaban, lo que tenía que escuchar Mateo.

— ¿Cómo pueden traer a un hijo al mundo y no darle, como mínimo lo que necesita? —reclama el niño.

—Ya te dije que fuiste un desliz.

—¿Por qué no me diste en adopción?

—Me pagaban una pastita por tener un hijo y no poder trabajar —responde sin remordimiento.

—Realmente no te importa nada, ¿verdad?

—Mira, niño, hoy estás bien, tienes una madre llena de pasta que puede darte lo que necesitas y más —mira a Gaby e Ian—, y, por lo que veo también tienes gente dentro de la policía, o sea, tan mal no te fue y, si lo miramos desde otra perspectiva, tienes todo lo que tienes ahora gracias a mí.

Gaby, Ian y Mateo se quedaron callados no pudiendo creer lo que acaban de escuchar, ¿en serio ese tipo quería llevarse los laureles por no darle una vida digna al niño en su momento?

—¡Que carajo! —escapa Ian—. ¿Cómo puedes darte crédito por ser una escoria y no servirle ni siquiera a tu hijo?

—Pero es la verdad, él hoy tiene dinero gracias a que lo abandoné.

—Te equivocas —interviene el niño antes de que Ian pueda decir cualquier otra cosa—, hoy tengo más que dinero, tengo una familia y no es gracias a ti, nada de lo que hoy tengo o soy es gracias a ti… todo esto se lo debo a Sofi, ¿sabes por qué? —El hombre niega con la cabeza—. Porque ella me rescató de ti… Ella me rescató, ella salvó mi vida y me dio una vida mejor. No te debo nada a ti, sino a ella.

—Todavía no entiendo qué haces aquí —espeta el hombre.

—Absolutamente nada.

Dicho eso, se gira y sale de allí. Gaby, sin poder aguantarse, le da un correctivo en la nuca y se lo lleva de la sala de visitas dando con todas las paredes o cualquier objeto que pueda cruzarse en su camino y pueda dañar al muy maldito en su camino hacia la enfermería.

Ian iba detrás de Mateo, queriendo saber cómo se encuentra, pero el niño no se lo veía atormentado o tocado, estaba bien.

—Tengo mucha suerte de tenerlos —le dice al rubio en cuanto estuvo a su lado—. Si no hubiera conocido a Sofi, quizás hubiera terminado como él.

—No lo creo, eres muy bueno de corazón y eso es algo con que se nace, no se hace.

—No importa, ya estoy mejor, acabo de cerrar ese capítulo en mi vida. Muchas gracias.

—Cuando quieras y para lo que necesites —le palmea la espalda—. Siempre.

En cuanto Ian cruzó las puertas de la casa junto con el niño, Sofi se les abalanzó.

— ¿Y? ¿Cómo les fue? ¿Qué pasó? —pregunta atropellando todas las palabras.

—Estuvo infumable toda la tarde —masculla Lina.

—Insoportable —concuerda la abuela.

—Que buenas que son —masculla Sofi, luego posa la mirada en su marido—. ¿Mateo? ¿Estás bien?

—Sí, mamá, estoy perfectamente bien —entona estirando sus brazos y abrazando a su madre de corazón.

Los ojos de la mujer van hacia Ian quien le asiente con la cabeza y le sonríe. Sofi, solloza sobre los brazos de su hijo, al sentirse tan orgullosa por el hombre en el que se estaba convirtiendo.

 

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