El morocho entra en el cubículo, con una silla de ruedas, donde estaba el hombre todavía esposado en la camilla y lo observa con una mezcla de rabia y venganza.
—Quítenle las esposas, por favor —ordena a uno de los guardas.
—Señor, no tenemos…
—Ahora —exige sin dejar que el guarda suelte su negativa.
—A ¿dónde me llevas? —pregunta el tipo sin ocultar su miedo.
Gaby lo pasa a la silla de una manera extremadamente brusca.
—Tienes visitas.
—No es verdad, nadie me vendría a ver —mira hacia arriba para buscar algo de verdad en los ojos del morocho—. ¿Dónde me llevarás? Sabes que puedes ir a prisión y si atentas contra mí, ¿verdad?
El morocho se carcajea al darse cuenta de lo asustado que estaba el maldito.
—No te preocupes que hasta el momento no te haré nada —En cuanto llegaron a la sala de visitas, ve que Mateo estaba de los nervios, yendo de un lado a otro, por lo que detiene sus pasos, gira la silla, se agacha unos centímetros dejando sus ojos negros a la par de los ojos del tipo—. Mas