Capítulo 165

Tacones golpeando el suelo fuera de sincronía se comienza a escuchar interrumpiendo la conversación de los hombres. Ellos giran para ver a las mujeres bajar las escaleras. Todas estaban bellísimas, ninguno de ellos puede hacer un solo movimiento, se quedaron mirándolas con los ojos ridículamente enormes y la boca abierta. Como si estuvieran sincronizados, los hombres tragan saliva y parpadean. Las mujeres notan eso y comienzan a reírse de ellos. Salvo Sofi que estaba más roja que el gazpacho.

—No creo que esto sea buena idea —rompe el silencio Erik con los ojos brillando y clavados en su mujer.

—Ahora no vengas con arrepentimientos —le advierte Sole y él niega con la cabeza.

—Tengo que hablar contigo —habla Alex con la voz ronca.

Camina con velocidad hasta Lina, la toma de la muñeca y se la lleva escaleras arriba, bajo la atenta mirada de sus amigos. Todos sabían a donde la llevaba, pero ninguno dijo nada… Bueno, excepto uno.

—¡Las vas a despeinar! —bromea Gaby—. Auch —chilla cuando Sole le da un manotazo en la nuca.

—Alex —habla Lina, sin embargo, él no la escucha.

Hasta llegar a la primera habitación que encontró en su camino, que era un baño, no paró su carrera. La hizo entrar y cerró la puerta con velocidad para después arrinconarla contra esto y atracar su boca con rudeza y desesperación. Lina no entendía muy bien a que se debía ese arrebato, por un segundo pensó que era una cosa de esas de los hombres, de marcar territorio, ya que ella salía e iba a ver hombres desnudos, pero después por la intensidad de ese beso y la erección que apretaba en su vientre se dio cuenta que era algo que de verdad él sentía. Por lo que dejó de hacer preguntas tontas y comenzó a disfrutar de ese beso.

La lengua de Alex envolvió la lengua de Lina, sus labios se apretaban con fuerza y ​​sus dientes raspaba, era un beso de muerte y ambos sabían que no iban a poder pararlo, por lo que ninguno de los dos peleo por hacerlo. Solo dejaban que la guerra dentro de sus bocas llegara a matar a uno de los dos. Las manos de Alex bajaron hasta el culo de Lina, presionaron sus nalgas con fuerza provocando que Lina jadeara.

—Esas malditas botas, ángel —masculla Alex sobre la boca de ella y sin que Lina se diera cuenta, las manos de Alex estaba bajo la falda levantándosela hasta enrollársela en la cintura.

Con un movimiento certero la levanta del suelo obligándola a que envuelva su cintura con las piernas. Apretando su boca en el cuello femenino, lo mordisquea, lo succiona, raspa con sus dientes, besa, chupa, muerde, mientras frota su sexo con descaro contra el de ella haciéndola gemir y hasta casi hacerla perder la razón, haciendo que ella lo necesite tanto o más como la necesita él.

Con una mano ágil se baja la cremallera para luego bajar sus pantalones dejando libre su prominente erección que amenazaba con romper esos pantalones y hacerse cargo de la situación. Hace a un lado la tanga de Lina y mirándose uno a otro fijo a los ojos la penetra despacio, haciendo que ella sienta cada centímetro de su extremidad, cada vena hinchada, haciendo que ella sienta como él la siente. Que sienta como de duro lo ponía, como lo volvía jodidamente loco.

No decían una palabra, no hacía falta hablar nada en absoluto, ambos sabían lo que pasaba con ellos y por qué estaban en ese baño, mientras abajo los estaban esperando. No hacía falta más que mirarse a los ojos, como lo estaban haciendo, para saber que son el uno para el otro y eso no iba a cambiar nunca.

Cuando la base toca la humedad de Lina, ambos cierran los ojos por unos segundos, Alex saca la lengua y la pasa sobre los labios de ella para luego hacerse con el labio inferior y llevarlo con él, al tiempo que comienza a moverse. Lina se agarra fuerte de los hombros de su hombre para no caer con cada estocada que Alex le daba. Cada vez eran más fuertes, más rudas y llegaban más al fondo de ella, la llenaban y ni siquiera le había dado un poco de lugar para que Lina pudiera comenzar a moverse, no la dejaba pensar, reaccionar. Era él quien estaba dirigiendo todo y no la iba a dejar reaccionar, la iba a llevar a la gloria a su ritmo y ella no podía hacer nada, de todos modos, no tenía fuerzas de hacer algo, Alex la había hecho perder la razón, él don de pensar, solo la hacía sentir, hacia que lo sintiera a él y nada más. No había otra cosa que pudiera hacer.

Alex tiene una mano apretando con fuerza el culo de su mujer y la otra está en un puño enredado en el cabello de Lina tirando su cabeza hacia atrás, mientras que con la boca ataca su cuello al ritmo de sus embestidas. La tiene acorralada y fuera de juego. Lina gime, Alex gruñe. Lina jadea su nombre, Alex maldice al cielo.

La espalda de ella se estaba convirtiendo en parte de esa maldita puerta, pero no iba a quejarse, le encantaba como Alex sacaba esa parte argentina de su interior, esa parte que la reclamaba como su territorio. Esa cosa terrestre que tenía con ella, era de lo más caliente que podía pedir y no iba a quejarse.

—Eres todo lo que podía pedir y más —susurra Alex con la voz ahogada contra el oído de ella. Le muerde el lóbulo y ella, con intención, comprime sus músculos internos—. Ángel —gruñe al sentir como lo aprieta desde su interior.

Las embestidas comienzan a hacerse más rápidas y quemaban las pieles de ambos. Lina empieza a tensarse alrededor de Alex, él se da cuenta y con la mano que tenía envuelto el cabello de ella, lo deja ir y se hace lugar entre ellos hasta llegar al punto débil de Lina. Ella da un respingo al sentirse tan adolorida y él sonríe cargando la cabeza al saber que ya la tiene perdida entre sus brazos. Irrumpe su boca muy duro y comienza a mover sus dedos en ese centro dulce, provocando que Lina se remueva con brusquedad contra el cuerpo de él. Alex no tiene piedad y no para de embestirla de manera bestial, tocarla con los dedos llenos de brutalidad y quitándole el aire con su boca. No para hasta que ella explota con un grito ahogado por la boca de él y su cuerpo cae laxo, sin fuerzas en los brazos de Alex. Él con las últimas vibraciones de Lina se desquita dentro y con un gruñido la llena de su esencia.

—Lo hiciste para que no saliera, ¿verdad? —acusa la joven una vez que su cuerpo se calmó conforme se arregla la ropa.

— ¿Qué ridiculeces son esas? —inquiere Alex y ella eleva una ceja cruzándose de brazos, lo que hace que Alex se carcajee—. ¿Hablas en serio? —suspira al ver que si hablaba en serio y se acerca a ella—. Lina son esas jodidas botas lo que me hacen convertirme en un puto primate y lo sabes —La señala—. No pienses que me molesta que vayas a unos de esos lugares, no me gusta, no voy a ser hipócrita y mentirte, pero sé que no puedo prohibirte nada —Le da un dulce beso en la boca y le muestra su sonrisa torcida—. Además, no necesito marcar territorio, sé que eres mía —Lina resopla y Alex le toma la barbilla para que lo mire a los ojos—. Y sé que sabes que eres mía —dicho eso, pone su boca junto a la de ella y la besa en un brusco reclamo y asentamiento de todo lo que acababa de decirle.

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