Capítulo 84. Un hijo

La habitación estaba cálida, iluminada por el fuego suave de la chimenea. Alina estaba sentada junto a la ventana, contemplando el jardín silencioso cuando escuchó el suave crujido de la puerta. Se giró y lo vio: Devon, un poco pálido aún por la pérdida de sangre, con los vendajes asomando bajo la camisa abierta, pero con los ojos clavados en ella como si al verla todo el dolor desapareciera.

—Devon —susurró, acercándose de inmediato—. Deberías estar acostado.

—Quería verte —dijo con voz ronca, apoyándose contra la puerta.

Ella corrió hacia él, pasándole un brazo por la cintura para sostenerlo, guiándolo con cuidado hacia el diván junto a la bañera de mármol que ya esperaba llena de agua tibia y hierbas medicinales. Sin una palabra más, empezó a desabotonarle la camisa. Devon no protestó.

—¿Qué hablaste con tu madre? —preguntó Alina mientras le retiraba la prenda con delicadeza.

—Le pedí que cuide de Mya. Y le dejé en claro que no pienso tolerar más el comportamiento de Soriana —gruñó
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