Capítulo 5. Desconfianza
Alina intentó hablar, pero no podía. La presión en su garganta era tan brutal que sus piernas flaquearon. El aire se negaba a entrar, sus ojos se llenaron de lágrimas y un ardor rojo cubrió su rostro. La desesperación se apoderó de ella. Buscó con la mirada la carta caída, la señaló con dedos temblorosos, quiso gritarle que no era suya, que no era capaz de algo así. Pero las palabras no salieron. Un ahogo áspero fue lo único que emergió de su garganta. Con lo poco que le quedaba de fuerza, levantó el pie y lo descargó contra el empeine de Devon, clavando el talón con toda la rabia que pudo reunir. El Alfa gruñó, sorprendido, y aflojó apenas la presión. Alina cayó de rodillas al suelo, jadeando con desesperación. El aire volvió a entrar en sus pulmones como cuchilladas, doloroso pero vital. Tosió, se llevó la mano al cuello, sintiendo el ardor abrasador de sus dedos aún marcados en su piel. Con movimientos torpes, alcanzó la carta del suelo. Sus manos temblaban tanto que casi se le
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