MELISA
El nervio me cruje en el estómago, pero la emoción es una droga mucho más fuerte. Sé que acompañar a Kostas a "recibir la mercancía" es cruzar una línea peligrosa, pero es mi única forma de ver su verdadero mundo, ese submundo del narcotráfico que me aterra y me fascina por igual. La ignorancia es terror, pero saber más es la adrenalina que necesito.
Frente al armario, la duda es absurda: ¿Qué te pones para un trato criminal en el frío? No es una cena, es un evento incierto donde quizás tengo que correr o pasar desapercibida.
Agarro mis jeans más cómodos, una blusa sencilla de manga corta y mis tenis de correr. El frío afuera es palpable, así que completo el conjunto con la chamarra más gruesa. Al cerrarla hasta el cuello, me siento menos mujer y más una armadura.
Respiro hondo, trato de aquietar el temblor. Ya no hay vuelta atrás. Estoy lista para hundirme, aunque solo sea por unas horas, en la parte más oscura del hombre que amo.
Me acerco a la cama de Nick antes de salir. Él