Paulina entró en la habitación de su hijo, le dolió tanto verlo así.
—¿Qué has hecho, hijo? Mírate, estás destruyéndote en vida, no puedo permitirlo, ojalá que puedas perdonarme, y entender que lo he hecho por tu propio bien.
La mujer besó su frente.
Azael seguía dormido, Paulina salió de ahí.
Al hacerlo, encontró a Liliana en la sala de espera.
—Debemos irnos, Liliana.
—¿A dónde? ¿Y su hijo?
Paulina hundió la mirada.
—Con el dolor en mi corazón debo enviarlo a un centro de ayuda, él tiene que ser curado, no puedo hacer más, es mi sacrificio de amor.
Liliana sintió pena por la mujer, tomó su mano.
—Lo ayudarán, él volverá a ser el mismo hijo bueno que usted tanto ama.
—María, ojalá que sí, que Dios te escuché, vamos a casa, tu hijo tiene que dormir en una cama.
Liliana mirò a Carlitos se estaba quedando dormido en aquella banca.
Asintió.
—¿Nos vamos, madrina? ¿Estás segura de que Azael irá a ese centro para curar su alcoholismo y depresión? —exclamó Brenda.
—Estoy segura