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Para peor, sí. No podría haberlo expresado con más exactitud.

Sólo que no el sentido que se suponía que tuvieran esas dos palabras.

La tarde fue agitada pero entretenida, porque tuve oportunidad de volver a trabajar con Bill, y como siempre, aprendí cosas nuevas mientras lo ayudaba. Y tal como el día anterior, a las cinco recibí el mensaje de Big Sallie con una única palabra, “sube”.

Mi atuendo me esperaba en el baño de la sala de reuniones, y resultó ser ropa de oficinista sobre un conjunto de ropa interior negro. Al principio creí que el sostén era del talle equivocado, porque me costó un poco cerrar los broches delanteros, justo sobre mi tatuaje. Las tazas eran casi completamente de encaje, y sólo al acomodármelo comprendí que la franja inferior de la taza, de una tela fina y suave pero menos flexible de lo que esperaba, cumplía la función de alzar y juntar mis pechos.

Las panties también eran una combinación de esa tela y encaje, y me costó u

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