Llevé los cafés y ocupé la silla que quedaba vacante frente al escritorio. Sal encontró mi mirada un instante al tomar su tazón. No logró sonreír y no me molestó. Comprendía que mi descubrimiento debía tenerlo en ascuas.
—¿De dónde proviene esta información? —preguntó Andrew entonces.
El gesto de Sal lo obligó a enfrentarme por primera vez.
—Vera lo halló, así que hazle a ella cualquier pregunta que tengas al respecto.
Pasé la siguiente media hora explicándoles paso a paso cómo había descubierto el secreto del perfectísimo Richard Sterling y respondiendo sus dudas, precisas y puntuales.
—Necesito estudiar esto con Legales —dijo al fin el CFO, que llevaba varios minutos meneando la cabeza lentamente de pura incredulidad.
Sal abrió un cajón de su escritorio y me tendió un pendrive.
—Cópiale los archivos —indicó, y se volvió hacia Andrew—. Nada de esto pasará por internet, ¿comprendido?
—Lo saqué de internet —objeté, preparándome para copiar los archivos al pendrive.
—Nadie se preocuparí