Meri no tuvo que repetirle dos veces a su esposo que dejara sus pendientes del estudio de grabación y se tomara unos días de descanso en casa para sanar la herida. Ella sabía lo valioso que era su esposo para la empresa, y faltar un par de días no iba a hacer que lo despidieran. Además, había retomado su trabajo en el hospital y alguien debía controlar a los niños mientras ella estaba en la guardia hasta que encontraran una solución a ese tema.
Dios sabía lo desastrosos que podrían ser sus hijos cada vez que les daba la espalda. No es como que Adriel fuera el ejemplo a seguir para los niños (En ocasiones Meri perseguía al trío por toda la cosa con uno de sus zapatos en su mano. Realmente no recordaba haber parido a un tercer hijo) Pero así eran las cosas con su esposo, quien terminó por aceptar a regañadientes, aunque a sus adentros ansiaba pasar tiempo con sus bebés sin su esposa regañándolos por haber hecho un desastre en la cocina o dejar pisadas de barro por toda la casa.
Sabía