Yo sabía que no era una buena idea, pero estaba tan cansada de pensar siempre en las consecuencias de mis actos y de pensarlo todo mediadamente, que en ese momento lo último que me importó era pensar o averiguar si era o no una buena idea lo que estaba haciendo. Sabía que en cualquier momento yo tendría que decirle la verdad a Nicolás, en cualquier momento tendría que enfrentar la dura realidad, mirarlo a los ojos y decirle: “Sí, yo soy Alana”. Y después de eso, podría desatar la venganza de la que tanto había soñado, la que supuestamente anhelaba mi corazón… aunque yo ciertamente cada vez estaba menos segura de eso.
No me importaba. Ya estaba cansada de pensar en eso, de pensar en las consecuencias. Quería volver a sentir los brazos de Nicolás entre los míos, que me abrazara y que me besara, que me hiciera suya como lo había hecho con anterioridad, cuando yo pensaba que me amaba, cuando sus besos y sus caricias eran lo que me lo decían… lo sentía profundamente. Y él me devolvió el be