Todo fue un caos que se desbordó en un solo segundo. Las criaturas salieron de sus jaulas desesperadas: algunos corrieron como animales asustados, otros simplemente se abalanzaron sobre nosotros para atacarnos como si fuesen fieras salvajes. Oliver y yo habíamos caído al suelo y pude ver cómo el hombre comenzaba a ponerse de pie. Quería salir corriendo, esconderse del caos que él mismo había provocado.
Algunos de estos animales —o mejor dicho, humanos transformados— saltaron sobre los hombres de Valentín, y yo me preocupé infinitamente por Nicolás. Esperé que estuviera bien, que lograra huir. Los disparos se abalanzaron por todo el lugar y el eco resultaba ensordecedor. Estiré la mano y agarré con fuerza a Oliver por el cuello.
—Tú no vas a escaparte —le dije con rabia mientras lo jalaba con tanta fuerza que resbalaba y su cara golpeaba en el suelo.
La nariz comenzó a sangrarle de inmediato y yo me enredé en su cuello con mis manos y mis piernas enredando su cintura. No iba a permitir