Tuve el impulso real de no contestar aquella llamada. Estaba segura de que vendría otro enorme regaño por parte de Nicolás, y era lo último que quería en ese momento. Pero el guardaespaldas pronunció ahí, con el teléfono tendido hacia mí. Valentín se encogió de hombros, dando a entender que no me ayudaría en eso. Era un problema en el que yo misma me había metido y había revolucionado a todo el mundo por culpa de mi irresponsabilidad. Así que no tuve más opción que contestar la llamada.
En cuanto puse el aparato en mi oído, estaba segura de que iba a escuchar el grito más enojado del mundo, pero en vez de eso, lo único que pude escuchar fue un enorme suspiro. Cuando Nicolás escuchó el sonido de mi voz...
—No puede ser —dijo—. ¿Estás bien? Por favor, dime que estás bien. ¿Estás herida? ¿Lograron rescatarte? ¿Estás a salvo?
Aquel derroche de preocupación me impactó por un momento, y no supe entonces qué contestar. Un poco tartamuda y torpe, asentí.
—Sí... sí, estoy bien. Estoy bien.
Est