A la hora del almuerzo me dirigí a la oficina de Nicolás, pero esta vez no subí por el elevador normal, sino por el de servicio. Lo último que quería en ese momento era encontrarme o con Alexandra o nuevamente con Oliver. Ellos no usarían nunca el elevador de servicio. Así que era un poco más tranquilo, y las puertas estaban a punto de cerrarse cuando pude ver que Samuel apareció a lo lejos. Logré sostener la puerta a tiempo para que él entrara. Así que no dijo mientras se reía:
—¿Por qué vas para arriba? —me preguntó—. ¿No vas a ir a almorzar?
—Pero Nicolás me invitó a almorzar.
La sonrisa que tenía en la boca se desvaneció en sus labios. Yo pude sentir la incomodidad que se formó en el ambiente.
—¿Qué? —entendió—. Yo venía a invitarte justamente a eso.
—Pero está bien —le dije, apoyando mi mano en su hombro—. Creo que se lo diré. Creo que se lo diré en este almuerzo. Le diré que soy Alana.
Él abrió los ojos, suspendido.
—¿Estás segura de eso?
Yo me acerqué a él para susurrarle. Tamp