Intenté moverme, gritar, pero estaba completamente sujeta a la silla. Samuel me observó desde donde estaba, con una expresión en su cara que yo jamás había visto: era una expresión arrogante, fuerte, con una sonrisa cínica que hizo que me entrara rabia, pero también miedo.
—Sí, sí, soy yo vivo —dijo levantando las manos en el aire como si le apuntaran con un arma—. Culpable. La verdad es que fueron tan estúpidamente ingenuos… ¿en serio creíste la ridícula historia de “quiero vengarme de Oliver y descubrir los planes nefastos que tiene Vital solamente por justicia social”? ¿Crees que fuiste tan inteligente como para que tu falsa identidad de Luisa engañara a Oliver? ¡Claro que no!
Mientras yo lo escuchaba hablar, mi corazón latía cada vez con más fuerza.
—Desde siempre hubo libertad. Desde el instante en el que llegaste embarazada a la compañía a trabajar como camarera, o en lo que te dieran empleo, Oliver supo quién eras. No te hagas la inocente —dijo al ver mi cara de terror—. Fuiste