RACHEL MONROY
—Tenemos que volver —dijo Damián mientras yo caminaba detrás de él y de Andy. No había escuchado muy bien la llamada, pero parecía que había algún problema con los niños. De pronto volteó hacia mí y sus ojos expresaban una intensa preocupación—. No te quedes aquí más tiempo, no me gustaría que permanezcas sola con esa clase de gente.
De nuevo ahí estaba alguien tratándome como una niña pequeña. Torcí los ojos mientras intentaba sonreír. Me molestaba que me creyeran tan inocente y tonta, aunque lo que había pasado con Bastián no me ayudaba mucho para respaldar mi madurez.
Me había convertido en la niña ingenua que había creído en cuentos de hadas y que pensaba que tendría un matrimonio perfecto con el hombre perfecto.
—Con cuidado, espero que todo esté bien en casa —dije con esa sonrisa rígida que escondía mi frustración, terminando de esa manera la plática.
Me quedé en el descanso de las escaleras dobles, observando la majestuosa vista del patio principal mientras ell