SHAWN ROBERTS
—¿Ya puedo hacer preguntas o todavía no? —preguntó Rachel divertida mientras caminábamos por las calles de Viena, tomados de la mano. Esta mujer irradiaba luz con solo sonreír.
—Sí, creo que ya puedes —dije plantándome frente al enorme edificio. Era el conservatorio de música. Ella giró asombrada, viendo el lugar con la mandíbula abierta, tanto que casi se le cae la paleta de la boca.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó en un susurró y volteó hacia mí confundida. Entonces la tomé de las manos y no supe cómo comenzar.
—Rachel… sabes cuanto te amo, ¿cierto? —dije con la voz cargada de compromiso—. Sabes que haría lo que fuera por ti. Renunciaría hasta a mi propia vida por verte feliz.
—¿De qué estás hablando? —Se acercó confundida y el ceño fruncido. Posó su mano en mi mejilla, haciéndome imposible seguir explicándome. Quería fingir que no había pasado nada, decirle que solo quería unas vacaciones en un lugar tan bonito, pero… sabía bien que la tentación era grande y por eso