JAMES CARTER
—Auch —dijo Shawn apretando los dientes y frunciendo el ceño—, pensé que empezarías por algo menos doloroso.
—¿Para qué? ¿Para qué se desmaye y no recuerde todo lo demás? —pregunté indignado, encajando con más fuerza hasta que el acero traspasó la carne, perforándola y rehusándose a salir por más que tiraba de él.
—¡BASTA! ¡POR FAVOR! ¡YA NO JALES! —exclamó el pobre hombre entre llantos y lamentos—. ¡MÁTAME POR FAVOR! ¡SOLO HAZLO!
—¡Cállate, perro! ¡No le digas qué hacer! —respondió Shawn dándole una patada en la cabeza, justo en el momento que la puerta se abrió. Pensé que eran refuerzos, que tendríamos que salir presurosos de ahí, pero en realidad se asomó un tipo que parecía confundido, con el cabello castaño recogido en una cola de caballo y paseando la mirada por todo el lugar, intentando entender lo que había pasado—. Y tú… ¿Quién eres?
—Ah… No, nadie importante… —susurró pensativo antes de carraspear un poco—. Santiago Castañeda, ¿han visto a una chica así de baji