MOLLY DAVIS
Me desperté abruptamente, con el corazón acelerado y la frente perlada por el sudor. Puse mi mano sobre el pecho, este me dolía como si estuviera al borde del infarto. Tragué saliva y noté, a través de la ventana, que el sol aún no salía.
Cuando bajé la mirada hacia mi lado, Alexei dormía profundamente, aún con un brazo enredado en mi cintura. La sangre de su cuerpo ya estaba seca y la cama hecha un desastre, pero lo que importaba era que él seguía vivo. Acaricié su rostro con ternura y sonreí.
Me había quedado encerrada en la cueva del lobo, mi vida peligraba, pero no hubiera podido con mi conciencia si me iba y lo dejaba a él en ese estado. ¿Qué clase de cobarde de mierda hubiera sido? ¿Cómo hubiera sostenido que lo amaba si huía a la primera oportunidad?
El amor no abandona.
El amor no suelta.
El amor no es para cobardes.
Me levanté de la cama con cuidado de no despertarlo. Me acerqué a los medicamentos que el doctor había dejado. Leí cada caja y comparé cada una con