MOLLY DAVIS
—¿Qué están viendo? —escuché a Alexei a mis espaldas—. Limpien todo, cambien las sábanas y llévense la basura.
Apenas volteé lo suficiente para ver a las sirvientas asomadas, como ratoncitos asustados, con la puerta apenas abierta, lo suficiente para ver lo que había ocurrido. Cuando mi mirada estaba a punto de bajar hacia el cuerpo del ayudante, Alexei me tomó en brazos con una facilidad que me dejó en claro la potencia de sus músculos.
—Ni siquiera pierdas tu tiempo viendo lo que quedó de él, no lo vale —dijo con firmeza, avanzando hacia el baño mientras yo comenzaba a retorcerme entre sus brazos, queriendo bajar.
—No, espera… estás herido, necesitas reposo —dije mientras me empujaba con ambas manos en su pecho.
—Lo que necesito es darme un baño. —Me dejó con delicadeza, dejando que mis pies por fin tocaran el suelo mientras se acercaba a la regadera y abría las llaves, tentando el agua que caía.
—¿Quieres… que… te bañe? —pregunté confundida y tragando saliva. No era