ALEXEI MAKAROV
Margot se reclinó sobre la cama, abriendo las piernas, dejando que viera el encaje de sus bragas en cuanto su vestido se subió. Sonreí de medio lado y me acerqué, listo para hacer mi trabajo. Cada vez que intimaba con una mujer me esforzaba tanto por ver el rostro de Anna en el suyo que lo demás fluía con facilidad, incluso llegando a cometer el error de llamarla. Cada vez me costaba menos verla en otra piel.
Me apoyé en la cama, con los puños a cada lado del cuerpo de Margot. Junté mis labios con los suyos, pero para mi sorpresa comencé a sentir un vacío en el pecho, como si esa maldita mujer me estuviera arrancando el alma. Cuando terminé con el beso no me encontré con su rostro enmarcado por esa cabellera roja, tampoco vi esos ojos turquesa con los que alucinaba cada vez que podía, no… esta vez eran un par de zafiros que me observaban con deseo y una cabellera negra, tanto como el carbón.
Me quedé confundido y asombrado, era esa niña tonta enfundada en el vestido a