MOLLY DAVIS
—Y… ¿cuántos meses tienes? No deben de ser muchos, ni siquiera se te nota —dijo Yelena a mi lado, dentro de la cocina. Desde que se había enterado de que iba a ser abuela, no se me había separado. Era extraño tener a alguien tan poderosa e influyente siendo tan atenta.
—No lo sé, aún no voy con el doctor, solo me hice una prueba casera. —Sonreí con gentileza y posé mi mano en su hombro—. Las relaciones no pueden arreglarse de un momento a otro, ni siquiera una vez desenredando el problema. El dolor persiste, no puedes alejarlo de la noche a la mañana, no puedes simplemente dejar de sentir, aunque a veces estés consciente de que no tiene sentido guardar rencor.
Sabía que el rechazo de Alexei la estaba torturando. Era su hijo. Lo creyó muerto por muchos años. Encontrarlo ya como todo un hombre y enumerar todos los errores que no te llevaron a encontrarlo antes puede ser doloroso, tanto que se vuelve incapacitante.
—Yo… me… enfrasqué en mi dolor —susurró con una sonrisa reba