El tiempo se había estirado y encogido en el pequeño pueblo de El Refugio, un rincón polvoriento y tranquilo en el interior, lejos del mar y de la opulencia de la mansión. Cinco meses de anonimato forzado, de aire seco y del olor a tierra mojada después de la lluvia, un contraste brutal con el cedro y la colonia de Enzo.
Sabrina decidió que ya era hora que franco y Vittorio se fueran y la dejarán sola, en su privacidad, donde no estuviese vigilada y donde olvidará por un momento a Enzo.
Sabrina ahora era "Liliana Valdés", una maestra de primaria con una historia triste pero creíble de haber huido de una relación abusiva. Su rostro, antes cincelado por el lujo y el desafío, estaba ahora marcado por la austeridad y el luto silencioso. La ropa de lana y los vestidos sencillos habían reemplazado la seda y el cachemir, y sus manos, antes acostumbradas al tacto del mármol, ahora sostenían libros y marcadores.
El embarazo estaba avanzado. La curva pronunciada de su vientre era un recordatori