Capitulo 20

Sabrina pasó el resto de la tarde en un estado de entumecimiento emocional. Las lágrimas habían secado el dolor, dejando solo una capa de desesperación helada. La orden de Enzo de vestirse y sonreír era un yugo, pero la oscura verdad de su situación —la de ser un objetivo vivo— la obligaba a obedecer. Ella era el escudo de su propio hijo.

Unas horas después, una mujer elegante, enviada por Vittorio, apareció con una selección de vestidos de alta costura. Sabrina, con la indiferencia de quien elige su propia mortaja, seleccionó un vestido de seda verde esmeralda profundo. El color, un contraste vibrante con su piel pálida, era peligrosamente sugerente. Se deslizó sobre su cuerpo como agua, marcando ligeramente la silueta que comenzaba a cambiar. Se recogió el cabello en un moño bajo y se maquilló con una precisión fría, buscando la máscara de indiferencia.

Cuando bajó, Enzo la esperaba en el vestíbulo. Vestía un esmoquin que parecía esculpido sobre su cuerpo, resaltando su peligrosidad
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