Ellen.

Eran cerca de las nueve y media cuando Ellen colgó el teléfono, con el corazón latiendo en las sienes.

Durante unos segundos permaneció inmóvil en el balcón del hotel, mirando sin ver el brillo de la ciudad extendida frente a ella. El viento acariciaba su cabello, pero no sentía frío. Lo que tenía era una mezcla de ansiedad, incertidumbre y algo que no quería nombrar... algo que hacía que su pecho se apretara con solo recordar la voz de Derek al otro lado de la línea.

No le dijo nada a Laura ni a Greta.

Solo se asomó a la habitación donde Nathan dormía profundamente, acurrucado con su peluche favorito. Laura leía un libro sentada en el sillón, y Greta estaba en su laptop, probablemente resolviendo correos del negocio.

—Voy a salir un rato a despejarme —anunció Ellen con naturalidad—. ¿Se quedan con Nathan?

—Claro, amor. ¿Estás bien? —preguntó Laura, mirándola con algo de sospecha.

—Sí, solo... Necesito tomar aire.

No hubo más preguntas. Agradeció en silencio que confiaran tanto