Capítulo 83. El presente es hogar.
Ellen.
La tarde estaba tibia, perfumada por el jazmín que trepaba por la galería.
Desde la ventana de su estudio, Ellen podía ver el jardín: Nathan corría tras una pelota, con esa torpeza encantadora de los niños que descubren el mundo a cada paso, y el abuelo Winston lo seguía de cerca, fingiendo cansarse solo para hacerlo reír más fuerte.
Derek los observaba sentado en las escaleras, con una sonrisa serena, de esas que solo nacen cuando el alma está en calma.
Ellen dejó la taza de té sobre el escritorio y se quedó mirando la escena unos segundos más.
Nunca imaginó que aquel lugar, que en un principio era solo una casa nueva en Nueva York, terminaría convirtiéndose en su hogar.
Había aprendido que el hogar no siempre es un sitio, sino el momento en que todo dentro de uno deja de doler.
Sobre el escritorio descansaba una postal que había recibido esa mañana.
Era de Giulia, la hermana de Alessandro.
Tenía una fotografía de los viñedos bañados por la luz del amanecer y un breve m