Grecia sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las risas y conversaciones de los clientes se convirtieron en un eco distante, y todo lo que podía escuchar en ese momento era el latido acelerado de su corazón. La imagen de Luis Fernando, vestido de gala y sonriendo junto a Laura, anunciando su boda, se instaló en su mente, y una mezcla de emociones la invadió. La traición, el dolor y la impotencia se entrelazaron en su pecho, y sintió que las lágrimas estaban a punto de brotar.
—Grecia, ¿estás bien? —preguntó Guillermo, preocupado, notando su palidez y la forma en que su mano temblaba al sostener el celular.
Ella intentó sonreír, pero el gesto fue más una expresión de angustia que de alegría.
—Solo… solo estoy un poco cansada —respondió, tratando de desviar la conversación.
Guillermo, inquieto, se acercó un poco más, buscando en sus ojos la verdad que sabía que ocultaba.
—¿Qué fue lo que viste en el celular que te alteró tanto? —insistió, con un tono suave pero firme, no que