Era la celebración de la luna, la ceremonia que marcaba oficialmente la unión del alfa con su compañera, y aunque Vecka no llevaba aún la marca, la tradición exigía que ella fuera presentada ante la manada como la luna, la mujer que caminaría a la par del rey alfa.
Polaris estaba allí, sentada al borde de la cama mientras observaba a Vecka con una sonrisa orgullosa. Su mirada se movía desde el vestido blanco hasta la trenza cuidadosamente adornada con flores, Vecka parecía salida de un libro de fantasía, de una historia que las lobas contaban a sus hijas pequeñas: la luna del alfa, la elegida, la mujer que trae paz y prosperidad a los suyos.
El vestido era de un blanco puro, de uno que casi parecía emitir luz por sí mismo. El tejido suave abrazaba su figura con ligereza y caía en ondas delicadas hasta sus tobillos, pero nada llamaba tanto la atención como su vientre, apenas abultado, lo suficiente para percibirse bajo la tela. Ese pequeño detalle hacía que Vecka se sintiera más ex