Dos días después del campamento, la casa volvió a su silencio habitual. El bosque seguía recibiendo el invierno. El aire ya no tenía esa calidez y la presencia constante de Xylos, ya no estaba. Esa mañana, Vecka despertó y notó su ausencia en la casa. El aroma a lavanda que solía impregnar cada rincón, se había desvanecido como si el viento los hubiera borrado durante la noche.
Preguntó a Polaris, que estaba revisando unos documentos en la cocina, y fue ella quien le dijo con naturalidad:
—Mi hermano se fue anoche. Tenía un evento importante en la manada del norte. Nació el hijo del alfa de los Verdan.
Vecka se quedó inmóvil, sosteniendo una taza de té que ya no sentía caliente entre los dedos.
—¿Se fue… sin despedirse? —Polaris levantó la mirada y la observó con un dejo de compasión.
—No creo que lo haya hecho apropósito, Xylos probablemente pensó que no te interesaba si se iba o estaba en la manada... tengo entendido que no le has vuelto a hablar desde el campamento. Y mi herma