Los pinos altos del bosque le daban una vista maravillosa a Vecka en la habitación, mientras el amanecer tiñe el aire con ese tono dorado que solo existe en las primeras horas del día. El canto de los pájaros rompía el silencio húmedo de las primeras horas, y en el aposento del piso superior, Vecka despertó con el ceño fruncido y el pecho apretado. La discusión de la noche anterior aún pesaba sobre su mente como una piedra fría, Kian dormía a su lado, de espaldas a ella, respirando profundo, inconsciente de la batalla interna que libraba su esposa.
Era una regla matrimonial no separarse, aunque estuvieran enojados, y este la cumplía a pesar de que Vecka le dijo que se largara de la habitación él había regresado cuando apenas ella estaba dormida.
No soportaba el silencio entre ellos, ni la tensión que había crecido como una sombra entre cada palabra. Así que se levantó sin hacer ruido, vistió una sudadera ligera, unos leggins grises y ató su cabello rubio en una coleta alta. Tomó s