Laura subió hasta la habitación principal. La puerta estaba semi abierta. La empujó suavemente y vio que su esposo estaba tendido sobre la cama, dormido.
Un poco desconcertada, se acercó a la cama, se inclinó frente a él y comenzó a quitarle los zapatos. Luego empezó a desvestirlo con cuidado de no despertarlo.
—¿Qué te está pasando, mi amor? —susurró ella con desdén acariciando su rostro.
Marcos estaba tan cambiado. ¿Tendría algo que ver el hecho de ser padre? Quizás estaba nervioso ante esa nueva responsabilidad que iba a asumir. Tal vez era eso. Trató de convencerse a sí misma.
Marcos se movió ligeramente al sentir como sus dedos rozaban sus labios. Abrió los ojos sobresaltado y aún aturdido por el licor.
—No te preocupes —dijo ella con voz dulce— descansa mi amor.
Ella intentó ponerse de pie, pero él la sujetó del brazo.
—¡No te vayas! —Le pidió suplicante.
Laura volvió a sentarse, él colocó su cabeza encima de su regazo y ella acarició con ternura su cabello.
—Te extraño