Valentina se despertó temprano aquella mañana, con la sensación de que algo dentro de ella estaba cambiando. La habitación, bañada por una luz cálida y tenue, parecía distinta. Tal vez era ella la que había cambiado. Aunque todavía le costaba admitirlo, Alejandro comenzaba a ocupar un espacio importante en su vida, más allá del papel que ambos fingían interpretar. Ya no se trataba solo de apariencias o conveniencias. Empezaba a importarle. De verdad.
Se levantó despacio, buscando no hacer ruido, y se dirigió a la cocina. El aroma a café recién hecho la sorprendió: Alejandro ya estaba despierto. Lo encontró sentado en la mesa, con una taza entre las manos y la mirada fija en la pantalla de su tablet. Vestía una camisa blanca arremangada, y su cabello aún húmedo caía desordenadamente sobre su frente. Estaba tan concentrado que no notó su presencia de inmediato.
—¿Tienes una reunión importante hoy? —preguntó ella, rompiendo el silencio.
Alejandro levantó la mirada, sorprendido por el int