El nuevo equilibrio entre Valentina y Alejandro era frágil, como un hilo tensado entre dos precipicios. Había menos silencios incómodos, más miradas que hablaban sin palabras, pero la herida seguía abierta… cicatrizando lento.
Aquella mañana, Alejandro dejó sobre la mesa del comedor una taza de café y un pequeño sobre.
—Es para ti —dijo, antes de salir hacia la oficina.
Valentina lo observó marcharse, luego tomó el sobre con desconfianza. Lo abrió despacio. Dentro, había una invitación elegante, con letras doradas:
“Cena de gala de la Fundación Higuera. Acompañante: Sra. Valentina De la Vega.”
Frunció el ceño. No había escuchado de ese evento, ni entendía por qué querría llevarla. Pero en la parte inferior, una nota escrita a mano la hizo detenerse:
“Quiero presentarte como lo que eres, no como lo que fuiste por obligación. No estás obligada a venir. Pero me encantaría que lo hicieras. – A.”
Sintió algo removerse dentro. No era solo el gesto, era la intención. Alejandro estaba intenta