Alina
El viento silba a mi alrededor, levantando mi cabello en una danza salvaje. Corro a través del bosque, el corazón latiendo con fuerza. Mis pies descalzos rozan el suelo húmedo, pero no le presto atención. Lo único que me obsesiona es esa voz.
— Alina…
El susurro serpentea en mi mente como un veneno dulce. Dulce e insidioso.
— Ven a mí.
Mis piernas me llevan hacia el claro. Debería haber dado la vuelta. Debería haber resistido. Pero el vínculo es demasiado poderoso. Me llama, me envuelve, me atrae.
La luna está llena esta noche. Ilumina el claro con un brillo plateado casi irreal.
Él está allí.
Ezra.
Apoyado contra un árbol, vestido con un simple pantalón negro. Sin camiseta, su piel pálida contrasta con la oscuridad circundante. Su cabello negro cae en mechones desordenados alrededor de su rostro, y sus ojos… esos ojos negros me atraviesan.
— Has venido, susurra, una sonrisa perezosa en los labios.
Me detengo a unos metros de él, respirando con dificultad.