Ezra
Floto en la oscuridad. Un mar frío y silencioso me envuelve, atrayéndome hacia el vacío. Mi cuerpo es ligero, casi ausente, y sin embargo el dolor aún pulsa en mis venas. El vacío me engulle, pero algo me retiene. Un resplandor rojo oscuro, un latido sordo en la distancia.
Mis ojos se abren bruscamente. Estoy tumbado en un suelo frío, las piedras irregulares mordiendo mi piel desnuda. Mi respiración es áspera, cada inspiración un suplicio. Mis músculos están tensos, doloridos.
Me incorporo lentamente, la cabeza pesada. A mi alrededor, la oscuridad es total, perforada solo por una luz rojiza que se filtra de las paredes de la caverna. Un calor húmedo satura el aire, mezclado con el olor acre de la sangre.
— Finalmente te has despertado.
Una voz familiar se desliza en el aire. Giro la cabeza, mis colmillos se asoman instintivamente.
— Tú…
Una silueta emerge de las tinieblas, su sombra danzando sobre las paredes de la caverna. Largos cabellos negros enmarcan un rostro pálido con ojo