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Capítulo 50 – El peso de la elección  

Alina  

El silencio que sigue a la partida de Ezra es casi ensordecedor. Solo el sonido de mi respiración entrecortada perturba la noche. Damon me abraza, sus brazos formando una barrera protectora a mi alrededor. Su aliento caliente roza mi sien, y sus latidos resuenan contra mi mejilla.  

— Alina…  

Su voz es áspera, impregnada de esa preocupación sorda que no logra ocultar. Me quedo inmóvil, el cuerpo entumecido, la mente aún atormentada por la presencia de Ezra.  

— Él... él casi...  

Me detengo, incapaz de nombrar lo que siento. Un escalofrío recorre mi nuca. El calor de Damon intenta calmarme, pero en el fondo de mí, el veneno de Ezra sigue filtrándose.  

— Él todavía tiene poder sobre ti, murmura Damon mientras hunde su rostro en mi cabello.  

Cierro los ojos, incapaz de negar la evidencia.  

— No entiendo por qué el vínculo es tan fuerte... Por qué no puedo resistirle.  

Damon me aparta suavemente para sumergir su mirada en la mía.  

— Porque plantó esa semilla en ti hace mucho tiempo. Pero no estás obligada a dejarla crecer.  

Sacudo la cabeza.  

— Es fácil decirlo. Cuando me llama... mi cuerpo reacciona como si le perteneciera.  

La mirada de Damon se oscurece.  

— No le perteneces.  

Él roza mi mejilla con la yema de sus dedos, su pulgar trazando el contorno de mi labio inferior.  

— Eres solo tuya, Alina. Y si eliges estar conmigo... serás tú quien decida.  

Siento la tensión en su cuerpo, esa lucha constante entre la ira y el deseo de protegerme.  

— Quiero creerte, murmuro.  

— Entonces créeme.  

Levanto la mano hacia su rostro y acaricio su mejilla. Él cierra los ojos bajo mi toque.  

— Damon...  

Sus ojos se abren, brillando con una luz intensa.  

— No estás obligada a hablar.  

Pero quiero hacerlo.  

— Te amo.  

Su respiración se detiene. Durante un segundo, el universo entero parece suspendido. Luego, sus labios se estrellan contra los míos.  

Es un beso profundo, crudo, sin reservas. Sus manos se deslizan por mi cabello, su boca exigente, ávida. Me aferro a él, sintiendo el calor de su cuerpo infiltrarse en cada fibra del mío.  

Me besa como si yo fuera su oxígeno. Y me doy cuenta de que tal vez lo soy.  

Cuando nos separamos, nuestras frentes permanecen pegadas. Damon inhala profundamente, el aliento entrecortado.  

— Repítelo, murmura.  

— Te amo.  

Una sonrisa nace en sus labios. Me besa de nuevo, más tiernamente esta vez, como si quisiera grabar esas palabras en mi carne.  

— Yo también te amo, Alina.  

Él pasa su brazo alrededor de mi cintura y me levanta fácilmente del suelo.  

— ¿Qué estás haciendo?  

— Te llevo a casa. Necesitas descansar.  

No tengo fuerzas para protestar. Mi cuerpo se relaja contra él mientras me lleva a través del bosque.  

Pero en mi mente, el murmullo de Ezra aún resuena.  

Eres mía...  

---  

Cuando despierto, la habitación está bañada en penumbra. La cama es inmensa, cubierta con sábanas negras de satén. El calor del cuerpo de Damon me envuelve. Él está acostado a mi lado, un brazo apoyado en mi cintura.  

— ¿Estás despierta?  

Giro la cabeza hacia él. Me mira, los ojos entrecerrados, una sonrisa cansada en los labios.  

— Sí...  

Él se incorpora ligeramente, su torso desnudo iluminándose bajo la pálida luz de la luna.  

— ¿Te sientes mejor?  

— Un poco.  

Me incorporo, pero un dolor sordo pulsa en el interior de mi pecho. Damon lo nota de inmediato.  

— El vínculo...  

Asiento con la cabeza.  

— Él sigue intentando atraerme.  

Damon gruñe, su mirada oscureciéndose.  

— Tendremos que encontrar una manera de romper ese vínculo.  

Coloco mi mano sobre su brazo.  

— ¿Y si no quiero romperlo?  

Él se queda inmóvil.  

— ¿Qué?  

Bajo la mirada.  

— Si el vínculo desaparece, tal vez yo también desaparezca. Él es parte de mí...  

— No. Ezra es parte de ti. Pero el vínculo no te define.  

Suspiro.  

— ¿Y si tiene razón? ¿Y si estoy ligada a él porque le pertenezco?  

Damon me toma del mentón, obligándome a mirarlo.  

— No le perteneces a nadie. No a Ezra. No a mí. Eres libre, Alina.  

Sus palabras se enredan a mi alrededor como una promesa.  

Me acerco a él, mis labios rozando los suyos.  

— Si soy libre... entonces te elijo.  

Él sonríe contra mi boca.  

— Buena respuesta.  

Me besa con una dulzura controlada, su cuerpo presionándose contra el mío. Pero una sombra pasa por su mirada.  

— ¿Qué? murmuro.  

— Él no se rendirá. Ezra... volverá.  

Cierro los ojos, consciente de que tiene razón.  

— Entonces lucharé.  

Siento la sonrisa de Damon contra mi sien.  

— Lucharemos juntos.  

---  

Ezra  

Estoy sentado en la oscuridad, la espalda apoyada contra la fría pared de piedra. Mis dedos trazan distraídamente el patrón de una cicatriz antigua en mi antebrazo.  

Ella resiste.  

Una sonrisa torcida nace en mis labios.  

— No durará.  

Cierro los ojos y dejo que mi mente se deslice en la sombra.  

La siento.  

Su calor. Su esencia.  

No se me escapará.  

Un latido sordo resuena en mi mente.  

Un corazón. El suyo.  

Inhalo profundamente.  

— Sigue eligiéndolo, Alina...  

Mis ojos se abren, brillando con una luz roja sangre.  

— Pronto verá que ya es demasiado tarde.

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